Todos tenemos necesidades afectivas como sentirnos importantes, necesidad de pertenecer, de ser aceptados, reconocidos, respetados, comprendidos, sentirnos atendidos y queridos.

¿Qué tanto sabemos pedirlo?
¿Está bien pedirlo?
Si cada uno es responsable de darse lo que necesita, ¿hasta dónde llega el otro?
¿Cuál es la línea entre una relación sana y la dependencia emocional?
¿Qué tan disponible debe estar el otro para cubrir la necesidad?

Si yo me doy todo lo que necesito, ¿cómo es la relación con el otro?
Una relación libre. Libre de expectativas que cumplir, libre de exigencias, de condicionamientos y sin precios que pagar.
¿Y qué queda entonces?

Cuando compartes, te abres a recibir del otro. Recibes lo que el otro te puede dar. Tal vez no viene en la forma que tú creías que necesitabas, pero si estás abierto a recibir, sabrás que te da exactamente lo que tú realmente necesitabas.

Lo veo como dejar de fumar. (Los que han dejado de fumar saben a que me refiero).
El antojo o necesidad de fumar dura unos segundos. Si con conciencia eliges en ese momento no fumar, la necesidad se va.

Creo que la necesidad afectiva funciona igual, pero se nos olvida que podemos elegir no satisfacerla en el momento y transcenderla.