Hoy me ayudaron 2 pacientes a construir esta metáfora.
El proyecto de vida es como un campo.

A lo largo de nuestra vida vamos sembrando todo tipo de árboles y plantas.
Empezamos sembrando lo que nuestros papás, escuela, amigos nos van diciendo, después vamos agregando lo que nos va gustando.
A veces pasa gente que tira cosas y si un día alguien tira un cerillo o prende algo ahí, puede incendiarse si no está bien verde y bien cuidado.
Si no lo cuidé porque me dejé de escuchar o porque estuve ayudando a otros con sus campos, llega un cerillo y prende todo.
Cuando todo está seco y se prende, queda solo ceniza, pero es justo ahí cuando tenemos una oportunidad de reconstruirlo como deseamos. Esas son las crisis. Nos avisan que no estaba tan bien el campo y que algo tiene cambiar.
Cuando yo estoy bien conectada conmigo puedo con cualquier incendio.

¿Qué decido sembrar?

Puedo sembrar un huerto para alimentarme, árboles para hacer sombra, flores para que se vea bonito, puedo dejar una parte de pasto para poner una terraza e invitar a mi familia y amigos, puedo construir una casa y vivir ahí. Todo eso son las áreas importantes en nuestra vida y debemos incluirlas en el proyecto.
El campo es mío, pero lo construyo para compartirlo.

El proyecto de vida es el plano, la idea de cómo quiero que se vea ese campo.
Y la felicidad no llegará cuando acabe el campo, la felicidad está cuando salgo a regarlo, cuando sale la primera plantita, cuando la voy viendo crecer, cuando da fruta uno de los árboles y cuando invito a otros.

La felicidad no es el fin, es la consecuencia de ser yo.