Las despedidas
A mí siempre me han costado las despedidas.
Antes trataba de evitarlas, yo cerraba la puerta y a lo que sigue.
Hoy encuentro una perspectiva diferente.
Una despedida ayuda a hacer un cierre.
Dicen que cuando cierras una puerta otra se abre.
Creo que podemos escoger cómo cerrar una y abrir la otra.
Puedes azotar la puerta e irte enojado y no queriendo saber más de esa persona, puedes cerrar pero quedarte pegad@ en la puerta queriendo estar de ese lado, puedes dejarla un poquito abierta y asomarte de vez en cuando o como para mí, el mejor de los casos es que puedes cerrarla con cuidado, despidiéndote y deseándole lo mejor, reconociendo y agradeciendo lo que viviste ahí, llevándote una parte de eso y sabiendo que siempre puedes regresar a ese lugar en tu corazón a recordar lo que sentiste, lo que aprendiste y lo que te dejó.
También podemos escoger cómo abrir la siguiente puerta.
Puede ser con prisa, con dolor si sigues pensando en lo que dejaste atrás, puede ser con miedo a lo que venga, puede ser sin consciencia y enojo por ese cambio que hayas decidido tú o hayan decidido por ti o puedes abrirla con ilusión, asumiendo tu responsabilidad, sabiendo qué quieres encontrar detrás de la nueva puerta o abriéndote a todas las posibilidades.
¿Por qué nos cuesta cerrar puertas?
¿Serán nuestros apegos?
¿Serán las ideas o fantasías que creamos en ese momento, el “qué hubiera pasado, cómo hubiera sido” o el “y si hubiera hecho o dicho”?
¿Será el miedo a lo desconocido?
¿Será la falta de confianza en nosotros mismos?
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